La FIFA debe pensar que la ha mirado un tuerto y que nada le sale estos días según sus planes y previsiones. Estamos a menos de 15 días para el inicio del campeonato del mundo de Brasil y las noticias que nos llegan desde allí siguen sin ser tranquilizadoras: algunas instalaciones aún sin terminar, otras recién terminadas (pero sin probar ni contrastar), previsiones de visitantes que dejan mucho que desear y movimientos sociales que amenazan con un boicoteo del evento a gran escala. O sea, demasiada zozobra sobre el futuro de la competición futbolística más importante del planeta.
Y, por si esto fuera poco, el pasado fin de semana a la FIFA le crecieron los enanos. El ‘circo’ de la dirigencia futbolística mundial se enfrenta también, desde hace días, a un escándalo mayúsculo relacionado con el campeonato de 2022, concedido a Qatar tras un largo historial de corrupción, compraventa de ‘almas’ y tráfico de voluntades que acaba de destapar el diario británico The Sunday Times. Está en jaque la reputación de la FIFA, que debe actuar con diligencia pero con firmeza, para evitar que se convierta en ‘jaque mate’.