No es casualidad que este post se publique unas pocas horas antes del pitido inaugural del Mundial de Fútbol de Brasil. Llevo unos días leyendo todo lo que cae en mis manos sobre el evento planetario que hoy se retransmite a casi todos los países del mundo y me asaltan muchas más dudas de lo razonable.
Porque estamos asistiendo estos días a una escalada de hechos, acciones y declaraciones que van mucho más allá del simple juego (el fútbol es eso: un juego), del éxito o fracaso de una organización (en este caso, no está nada claro) y de los muchos intereses, tangibles o intangibles, que juegan un papel protagonista en este escenario del Mundial. Percibo que Brasil, el país del fútbol por excelencia, se ha metido demasiada presión a sí mismo y que sólo contempla una victoria. La derrota, y más si esta fuera prematura o especialmente dolorosa, podría conllevar para ellos muy nefastas consecuencias sociales. Brasil ignora ese proverbio que dice: “Ganar por necesidad es perder por obligación”. Y por eso, me gustaría hoy escribir este post desde la perspectiva del anfitrión…