Escribí hace unos días sobre Xavi Hernández y lo mucho que me gustó ver cómo sus compañeros de vestuario y de Club le dispensaban un homenaje de despedida digno de un símbolo, del gran jugador que ha sido y que seguramente seguirá siendo. Pero hoy, deseo hacerlo de Daniel Alves, uno de los compañeros de Xavi en ese vestuario y que debería haber aprendido un poco más de su gran capitán. Alves se ha empeñado en seguir siendo él mismo, sin reparar en que esa autenticidad puede ser totalmente contraproducente, como de hecho lo ha sido en su caso, disparando contra su club y demostrando su calaña de mala leche y peor estilo e inexistente educación.
Una actitud impresentable, que no se entiende muy bien cómo es tolerada por el club que le paga y contra el que se revuelve y escupe. Yo, al menos, no lo entiendo. Hace tiempo me contaron que un importante jugador se enfrentó a su presidente, cuando este le increpaba por una actitud inadecuada, y el futbolista le espetó: “¿Pero que te has creído, que soy tu empleado?” Me callo los nombres, porque no estoy autorizado a desvelarlos, pero me viene al pelo para recordar lo que pasó por mi mente al conocer aquel episodio: que muchos jugadores no saben muy bien quiénes son, ni cual es su lugar, ni en qué mundo viven. Y algo parecido es lo que ha sucedido esta semana con Daniel Alves.