A estas alturas, cualquier aficionado sabe perfectamente el nombre del máximo protagonista del Mundial de Brasil. Se llama Luis Suárez, es uruguayo y pasa por ser uno de los mejores goleadores del planeta. Y sabe también que ese protagonismo estelar tiene que ver no solo con su capacidad futbolística, incontestable, sino por la durísima sanción que le ha impuesto la FIFA tras haber mordido en el hombro al defensa italiano Giorgio Chiellini.
Ha sido, como digo, una sanción de esas que hacen época: 9 partidos con su selección y cuatro meses en cualquier actividad relacionada con el fútbol… lo cual ha convertido al jugador en una especie de ‘delincuente apestado’ y como tal fue expulsado de forma drástica de la concentración brasileña. Creo que ha sido un exceso de la FIFA en toda regla y que el máximo organismo del fútbol mundial debería hacérselo mirar. Porque sus medidas ‘ejemplarizantes’ (como ésta) corren el riesgo de ser discriminatorias, y de generar tsunamis de pasión y controversia que en nada ayudan a resolver los problemas.