“Un portero me preguntó una vez: si el balón entra por la escuadra, ¿qué quieres que haga?”. Yo le dije: aplaudir”
En agosto de 1973, el FC Barcelona fichó por 120 millones de pesetas al mejor futbolista del continente: Johan Cruyff, 26 años, tres veces consecutivas campeón de Europa con el Ajax entre 1971 y 1973. Un futbolista innovador. Como todos los grandes, un adelantado a su tiempo. Un artista del remate y un genio del cambio de ritmo.
”Yo no valgo 100 millones de pesetas”, declaró cuando se iniciaron las negociaciones. Unas semanas más tarde, por algo más de esa millonada (en aquel tiempo 100 millones de pesetas era una cifra desorbitada), Cruyff cambiaba Amsterdam por Barcelona: “El Ajax es un gran equipo de fútbol; el Barcelona es un gran club”. El efecto Cruyff nació de inmediato. El Barça, que llevaba 14 años sin ganar la Liga, se proclamó campeón esa misma temporada 1973/74, coronada con un histórico 0-5 en el Santiago Bernabéu.
”Ese día comencé a comprender lo que significaba el Barcelona y su rivalidad con el Madrid”, recuerda. Tras conquistar aquel título, terminó de entenderlo: “La gente no me felicitaba, me daba las gracias”. The New York Times, un diario poco dado a glosar hazañas balompédicas, relató: “Cruyff ha hecho más por Cataluña en una noche que los políticos en varios años”.
Sólo unos meses después, en el Mundial de Alemania 74, Cruyff asombró al mundo con la camiseta de Holanda y se convirtió en el líder de un equipo de época, la Naranja Mecánica, que se hizo hueco en la historia pese a perder la final contra los anfitriones. “Si hubiéramos ganado, quizá nadie habría hablado tanto de ese partido, de lo buenos que éramos y la perfección de nuestro fútbol”, teorizó Cruyff posteriormente. “Las leyendas también pueden alimentarse de una derrota”.
Con aquella selección nació el llamado fútbol total, una nueva forma de entender el juego. A grandes rasgos, la revolución oranje radicaba en que los futbolistas no ocupaban demarcaciones fijas, sino que eran capaces de intercambiar y desempeñar distintas funciones según las necesidades que dicta el transcurso del partido.
Para Johan Cruyff, “un futbolista debería ser capaz de jugar en todas las posiciones del campo. En las charlas tácticas, el extremo izquierdo no puede dormirse cuando el entrenador habla sobre el lateral derecho”.
Cuatro décadas más tarde, algunas de las características de aquel fútbol dinámico pueden apuntarse como claves en los éxitos del FC Barcelona de la mano de Pep Guardiola, un cruyffista ferviente. Lo curioso es que Cruyff, uno de los cuatro o cinco mejores jugadores de todos los tiempos, no cambió la historia del Barça en el campo, sino desde el banquillo, un lugar al que llegó de forma accidental: “Me dedicaré a las relaciones públicas, no sirvo para entrenador”, anunciaba en 1974. Entonces, ¿cómo acabó haciendo justo eso? Lo confesó algunos años después: “Solo me decidí a convertirme en entrenador cuando me dijeron que no podía”.
Del libro ‘Frases de Fútbol’, escrito por Miguel Gutiérrez. Capítulo dedicado a Johan Cruyff. Editorial Córner. Diciembre 2011